Néstor Varzé parece ser un simple maestro de karate del conurbano, pero tras el umbral de su curiosa vivienda estilo japonés se esconde un mundo peculiar y enigmático. En ese refugio fuera del tiempo, entre rituales cotidianos, se dedica a cultivar y transmitir el arte Samurai. Con sus propias manos construye los sables y armaduras de combate japonés que luce con orgullo, como un auténtico guerrero. En los años 80 tuvo su momento de gloria y fama en el cine de artes marciales con su personaje El Dragón, transformado hoy en objeto de culto. Pero de esa época quedan solo recuerdos y nostalgias.