Alguna vez el director norteamericano Raoul Walsh dijo: “No existen treinta y seis maneras de mostrar a un hombre que se sube a un caballo”. Una declaración de principios que establece la forma del lenguaje clásico. Un profesor de cine argentino comienza una investigación en torno al origen de esta frase, sin darse cuenta que su obsesión lo llevará a meterse en un laberinto de cinefilia conformado por detectives perdidos en el lejano oeste.